viernes, 13 de octubre de 2017

La caja...


Hoy, he encontrado esta imagen en internet y quería contar su historia. Hace un tiempo, me pidieron que realizara un taller en un colegio. Buscaban una forma de acercar los juegos de mesa a los alumnos. Le conté a varios grupos de niños y niñas cómo nace una Baraja Mutante y, luego, aprendimos a jugar. Había algunos expertos que ya conocían el juego y me ayudaron a explicarles las reglas a sus compañeros. Disfrutamos de un par de partidas y acabamos dibujando nuestras propias cartas.
Al final del taller, uno de estos niños, que había traído su propia baraja, me preguntó si podría firmarle su caja. A lo que, por supuesto, accedí. La caja que me mostró estaba hecha unos zorros. Sin duda había llevado mucho trote… muchas horas de juego. Viajar en el bolsillo de un niño es duro. Parecía que hubiera atravesado bosques, montañas, desiertos, casquetes polares y algún que otro mar antes de llegar a mis manos. Luego, algún cirujano, con mucho entusiasmo y poca experiencia, le había realizado un lifting a base de cinta adhesiva. Le pregunté al chaval si le parecía bien que la cambiásemos por una de las cajas que utilizo en los talleres. Enseguida, me dijo que sí entusiasmado. Se la firmé y nos despedimos. Los dos estábamos contentos con el cambio. Yo salí ganando. Guardo esa caja como un tesoro en una vitrina de mi casa.