Al final del taller, uno de estos niños, que había traído su propia baraja, me preguntó si podría firmarle su caja. A lo que, por supuesto, accedí. La caja que me mostró estaba hecha unos zorros. Sin duda había llevado mucho trote… muchas horas de juego. Viajar en el bolsillo de un niño es duro. Parecía que hubiera atravesado bosques, montañas, desiertos, casquetes polares y algún que otro mar antes de llegar a mis manos. Luego, algún cirujano, con mucho entusiasmo y poca experiencia, le había realizado un lifting a base de cinta adhesiva. Le pregunté al chaval si le parecía bien que la cambiásemos por una de las cajas que utilizo en los talleres. Enseguida, me dijo que sí entusiasmado. Se la firmé y nos despedimos. Los dos estábamos contentos con el cambio. Yo salí ganando. Guardo esa caja como un tesoro en una vitrina de mi casa.
viernes, 13 de octubre de 2017
La caja...
Al final del taller, uno de estos niños, que había traído su propia baraja, me preguntó si podría firmarle su caja. A lo que, por supuesto, accedí. La caja que me mostró estaba hecha unos zorros. Sin duda había llevado mucho trote… muchas horas de juego. Viajar en el bolsillo de un niño es duro. Parecía que hubiera atravesado bosques, montañas, desiertos, casquetes polares y algún que otro mar antes de llegar a mis manos. Luego, algún cirujano, con mucho entusiasmo y poca experiencia, le había realizado un lifting a base de cinta adhesiva. Le pregunté al chaval si le parecía bien que la cambiásemos por una de las cajas que utilizo en los talleres. Enseguida, me dijo que sí entusiasmado. Se la firmé y nos despedimos. Los dos estábamos contentos con el cambio. Yo salí ganando. Guardo esa caja como un tesoro en una vitrina de mi casa.
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